El decorado sonámbulo era el de un mundo que sólo conocía gamas de azul. Ocurre a veces y parece que se para el tiempo. La luna, redonda, es el único foco. La irrealidad se extiende hasta que la llevas dentro.
Los árboles también eran azules. Y el camino. Y las estrellas, pero esas lo son siempre.
La luna era blanca como una perla con viruela.
Había sombras. Nítidas. No debían saber que era de noche.
El único actor aparece con una escopeta. Su figura nerviosa no encaja con el cuadro. Su locura, sí. Este es un buen escenario.
Va contando estrellas.
O no, porque sus ojos brillan en azul al encontrar una.
Entonces apunta con la escopeta y le dispara. La pólvora cruza el ambiente y los perdigones llueven en la tierra, pesadas lágrimas azul plomo.
Las estrellas tiritan como estremecidas por la risa. De nuevo carga y apunta. Los astros, pequeños dioses, se siguen riendo de la impotencia humana. Ríen eternamente.
Ahora corre tras ella por la senda para poder tirarle desde más cerca. Pero por grandes que son las zancadas, no la alcanza.
El tercer disparo restalló en la noche como si fuera el primero, porque el azul es tan intenso que absorbe los sonidos, y ya nadie recordaba la primera pólvora. También el cuarto disparo fue olvidado.
De alguna forma, el quinto estalló en su garganta. El azul no pudo absorber el grito que no se produjo, pero pintó el hierro y el plomo que le crecían en la boca.
Ocurre a veces: el decorado sonámbulo sólo conocía gamas de azul.
En el camino, un denso líquido azul oscuro brillaba como una estrella.
Escrito por RedLabel a las 4 de Enero 2006 a las 03:37 PMHas sido elegida. Entra en mi blog.
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