26 de Agosto 2007

Cuentecillo I

- Cuéntame una historia.

- No me sé muchos cuentos...

- No importa, me vale cualquiera.

- Bueno... - con mirada dubitativa, procedió a rebuscar entre sus recuerdos, devanándose los sesos por encontrar entre tanto trasto alguna de las miles de historias que, seguramente, le habían encantado en su vida. Al cabo de un rato de infructuosos esfuerzos, decidió inventársela sobre la marcha.

- Una vez -susurró, - una vez, hace mucho tiempo, hubo un matrimonio en un pueblo de Grecia, junto al mar. Lógicamente, él era pescador, porque poca cosa más se podía ser entonces en un pueblecito junto al mar. Al amanecer, muy temprano, cuando el mar ni siquiera es aún azul, sino de muchos colores, todos los pescadores se subían en sus barcas y zarpaban mar adentro. Unas veces trabajaban solos, y otras, para conseguir del mar todo lo posible, tendían una gran red entre todas las barcas y la arrastraban hacia la orilla. Algunas veces había mucha suerte y la recogían repleta de peces relucientes, y otras acababan metiendo en el bocata la lata de sardinas que llevaban de almuerzo por si las moscas. (Si sólo había sido un día regular, se permitían el lujo de meter también las sardinas enlatadas.)

"Lo cierto es que nuestro hombrecito era de los que siempre metía la lata de sardinas en el bocadillo, cuando no tenía que meter un trozo de alpargata. Aun en los días en los que a los demás les costaba remolcar las redes de puro llenas, él no volvía más que con algún cangrejo ermitaño. Lo cierto es que también volvía con las redes secas. Cuando se conocieron, su mujer tuvo la sospecha de que remontaba la costa hasta el puerto siguiente y se instalaba plácidamente en el bar, hasta la hora de la vuelta; pero la verdad era muy distinta. La verdad era, simplemente, que le encantaba el mar. Nada más empujar la barca desde la playa y subirse en ella, remaba como un descosido y se metía mar adentro para observar el horizonte liso, o navegaba hacia una cala donde se le pasaban las horas estudiando los miles de bichos que vivían allí, o recorría todo el perfil de la costa y trazaba mapas con carbón en los remos. (Esta era, por lo demás, una práctica un tanto frustrante, pues se veía obligado a volver a dibujarlos cada vez que los introducía en el agua.) El caso es que, hasta que no empezaba a anochecer y abandonaba, molesto, sus diversas actividades, no caía en la cuenta de que se le había olvidado pescar en todo el día, y que su mujer estaba la pobre esperándole para cenar, con la esperanza de que le llevara, aunque fuera, un pulpo esmirriado. Así que agarraba lo primero que pillaba: un par de estrellas de mar, algún mejillón despistado, unos caracoles que encontraba por el camino, si había llovido, o huevos de jilguero, o algún cangrejo ermitaño que se recogía furibundo en su concha. Y con esto y un gran ramo de flores que recogía yendo a casa, se presentaba todos los días, con tal cariño que a su mujer se le olvidaban las ganas de abrirle la cabeza en cuanto aparecía por la puerta.

"En honor a la verdad, las veces que quiso partirle el cráneo fueron muy pocas, y todas al principio, cuando no se había acostumbrado a esta peculiar forma de vida. Hambre no pasaban, porque todos los vecinos les querían mucho, y este es un cuento de cuando la gente era maja, así que siempre les llevaban algo. Que si la Teodorapoulos, que vivía en la plaza, les regalaba una docena de huevos, que si Casimirodopoulos les daba aceite, que si la panaderapoulos les tenía todos los días preparada una hogaza... así, más bien que mal, iban pasando. Y cuando su marido volvía con su extraña pesca, por lo general, ella la metía sonriente en una pila de piedra que ya había acondicionado como pecera; porque las estrellas de mar y los ermitaños son muy monos, pero no dan mucho sabor al cocido.

"Todos en el pueblo la compadecían un poco:

"- ¡Hay que ver!- decían las mujeres - ¡La pobre Nosecuantitaspoula, que su marido tiene la cabeza a cuatro aguas y no le lleva nunca nada de cena!

"- ¡Qué vamos a hacer con este chico!- decían los pescadores - ¡que anda todo el día en Babia con sus bichos y sus dibujos, sin nada que llevarse a la boca!

"Pero tan simpáticos les caían los dos, que tampoco les despellejaban con cotilleos. Ya te he dicho que es un cuento de cuando la gente era maja.

"En cualquier caso, existía una razón mucho más importante que la santa paciencia y la inquebrantabilidad del matrimonio para que ella no le estrangulara por sus supuestas extravagancias, ni tratara siquiera de hacerle cambiar su técnica de pesca. Nunca se lo contó a nadie, porque cualquiera que la hubiera escuchado se habría quedado con cara de considerarla un poco imbécil (que de hecho, es muy posible que sea la cara que se te quede a ti también), pero era algo que le compensaba de todos sus posibles males... ¿Qué? No, no era el sexo. Bueno, digo yo que también, supongo... pero no, sucia mente pervertida. Aunque también tenía lugar por la noche... suponiendo que no lo hicieran por la mañana, claro... ¡basta! Como decía... uhm, como decía, había algo que la compensaba de todos sus males. Y era que, cada noche, antes de dormir, él le contaba todos sus descubrimientos del día. Le relataba cómo unos delfines le habían encontrado bañándose, y le habían sumergido hasta una cueva llena de cristales y reflejos, digna de ser el palacio del mismo Poseidón. Le describía los veinticuatro mil doscientos siete colores que había distinguido en el mar al atardecer, tumbado en la arena de la cala del oeste. Le dibujaba en la espalda, lentamente y con sumo cuidado, como hago yo ahora, el perfil de la costa que había estudiado ese día, adaptándolo a su piel, y recordando los nombres con que había bautizado a cada cabo ese día, pues se los cambiaba cada cierto tiempo. Muchas veces trató de convencerla para que le acompañara de pesca un día, para conocer de primera mano todo aquel mundo.

"- ¿De pesca? - reía ella.- ¡Pero optimista, si lo más que pescas son resfriados!

"La verdadera razón por la que rehusaba era, sin embargo, que estaba convencida de que nada de lo que ella viera podía superar aquellas historias de media noche.

(...)

Escrito por RedLabel a las 26 de Agosto 2007 a las 06:20 PM
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