29 de Diciembre 2004

Laberintos y mentiras

Santa Sabina 2.bmp


- Tengo una pena...

La misma frase de siempre repetida por aburrimiento, el dolor provocado a si misma por entretenerse en algo.

- ¿Por qué tienes pena, abuelilla, a ver...?

Silencio ojiplático. Aún no sabe por qué va a tener pena, no lo ha elegido. O no lo ha descifrado la pobre... Entonces se le ocurre:

- ¿Por qué tendrías tú pena?

Atención. Peligro. Danger. Atchung! Salgo de esta como puedo.

- Pues no lo sé... como ahora no tengo pena por nada...

- ¿No tienes pena?

- No...

- ¿Tienes padre, y madre...?

- Si...

No sé si me he sentido culpable por tenerlos o por salvar la conversación después como he podido, dirigiendo sus pensamientos a otro sitio ya que no puedo consolarla. Porque por otro lado no quiere consolarse.

- Sí...- he seguido- Y también te tengo a ti, que eres mi abuela, y tenemos a Juanito, que voy a ir a buscarles ahora a él y a Marga... ¿Te acuerdas de Juanito?

- Sí... ¡pero estará ya muy grande!

- No mujer, si es así de pequeñito, ¿no te acuerdas? Es el niño pequeño, el bebé...

- Ah... creí yo que era más grande...

Esto no lleva a ninguna parte. Casi nunca hablo con mi abuela, ahora porque no se la entiende a la pobre, pero siempre pasó un poco de mí. Nunca ha estado muy allá de la cabeza y períodicamente le interesa llamar la atención. Siempre estuve mucho más con mi abuelo.

Pero las conversaciones puntuales con mi abuela siempre me han llamado la atención, quizá por su surrealismo, quizá porque aún tiene cierto magnetismo, cierta fuerza que no entiendo.

Y por si alguien se lo pregunta, no, esta no es mi abuela porno, es la otra.

De lo que no cabe duda es... que el ciprés fue de una gran importancia y relevancia... para para la redención y la salvación en la Cruz.

No recuerdo bien la frase, y mira que me da rabia porque intenté memorizarla porque me llamó mucho la atención. Puede que fuera "en la muerte y resurrección de nuestro Señor" o algo parecido. Pero en cualquier caso fue una de las veces que más se le fue al pobre, cuando ya estaba bien después de haber estado a punto de morirse la última vez. Antes, cuando peor estaba, mezclaba sus historias de manera que yo le dirigía a través de ellas, y sabía cuales mezclaba y por dónde se me iba. Y provoqué la admiración no buscada de mi padre por escucharle diez historias incongruentes condensadas en una con gran atención.

Dos años después estaba mucho mejor, igual que antes de todo aquello. Tuve un mal presentimiento y pensé que era como el canto del cisne. Desde entonces procuro no pensar y ser menos gafe.

Escrito por RedLabel a las 29 de Diciembre 2004 a las 01:38 PM
Comentarios
Escribir un comentario









¿Recordar informacion personal?