Siempre supe que huir no sirve de nada, porque todos los problemas de los que intenté escapar los llevaba puestos, clavados dentro como un anzuelo, creados desde mí misma. Pero a veces la razón (y mi sistema nervioso en general) se destruye y, como todo animal asustado, sólo quiero correr hacia algún lugar oscuro o lejano. Un lugar donde el anzuelo, aunque no desaparezca, se enquiste y se convierta en dureza. Y entonces me imagino en cualquier sitio que significara un proyecto nuevo, una vida distinta y reluciente. Los mil brillos que me prometí un septiembre en Roma y que espero cumplir algún día. Aquel Madrid, despertando entre el sol y las calles mojadas como renacida, que una desconocida me enseñó a ver. O simplemente, los jardines de Cecilio Rodríguez, un sueño donde a veces el resto del mundo desaparece y solo quedan fuentes y pavos reales lanzando su grito triste.
Guardo infinidad de cosas con el objetivo de atar hasta el más mínimo recuerdo que me sea posible. Pero a veces me gustaría recordar un poco menos a cambio de no sentirme acabada tan a menudo.
Sólo estoy cansada, y a lo lejos alguien canta.
Sólo digo palabras absurdas. Y cosas que sueño que no pienso.
No es bueno atesorar tantos recuerdos ni cosas que nos lleven al pasado, eso nos ata y necesitamos sentirnos libres, sin ataduras de ningùn tipo para poder maravillarnos cada dìa.
Escrito por flaca a las 19 de Octubre 2005 a las 01:09 AMSí, pero recordar también es necesario... aunque quizá no tanto como lo es para mí :)
Gracias por el comment :)
Escrito por RedLabel a las 26 de Octubre 2005 a las 12:59 AM