24 de Febrero 2006

The Last Day

Me he comprado un despertador con el que, en teoría, iba a ser imposible quedarme dormida todas las mañanas. Es el típico despertador, el que tiene dos piezas metálicas huecas y un martillito que las golpea histéricamente a horas que duele decirlas. Siempre me han gustado estas cosas con aspecto un poco pasado, que no llega a ser antiguo.

Hay cosas que se acaban inesperadamente. La teoría es que sucede al contrario, que todo va cambiando paulatinamente y que, un buen día, echamos un vistazo atrás y descubrimos que todo ha ido cambiando. A mí suele ocurrirme todo más bruscamente. Lo que sí que es cierto es que una cosa cambia de pronto por aquí, después otra por allá, y me encuentro con que, sin haberme dado cuenta, mi vida ha cambiado completamente y quedan pocos nexos de unión con mi pasado. Yo, que me empeño en guardarlo todo para escamotearle minutos al tiempo, al olvido, veo que van desapareciendo los objetos que presenciaron mis otros mundos. Es como una ciudad que va cambiando, los edificios antiguos comienzan a quedarse en ruinas y finalmente caen, quedando tres o cuatro, en el mejor de los casos, como testigos mudos de una época. Muy mudos, sí. Porque aunque sigo coleccionando retales he perdido la memoria, y sé que es porque no quiero ser capaz de recordar.

Empieza a dolerme la espalda, quizá sea del golpe. Quizá es sólo la tensión acumulada por el susto. Puede que se apiade de mí y todo la fisioterapeuta que normalmente pasa de mis contracturas y me saca de cañas... pero apuesto a que al final acabaré jugando a los dardos con contractura y con cerveza.

Esta mañana me he puesto triste. Había un tráfico horrible en Menéndez Pelayo, y he tenido que desviarme. En la calle que he cogido apenas había tráfico. Nevaba, y ha empezado a soplar el viento, y los copos se estrellaban en el cristal, y empezaban a deshacerse antes de que los apartara el limpiaparabrisas. El aire venía de frente, y parecía que los copos iban dirigidos a mí, dispuestos a rozarme la cara. Y me han entrado ganas de llorar. Pero al fin y al cabo, no son más que tonterías. No hay nada serio en ninguna parte.

Me ha costado aparcar el coche al ir a clase, he elegido (bueno, "elegido") un sitio pequeño, y lo he metido de culo en todos los sentidos. Ni siquiera sé por qué he cogido hoy mi coche en vez del de mi madre.

Es cierto que me ha dado pena, tenía mucho cariño a mi coche, es el primero que he tenido, y llevaba, como quien dice, toda la vida con él. Lo compraron cuando yo tenía nueve años. Pero hace poco me dí cuenta de que las cosas que antes, tan sólo de pensarlas, me producían un dolor y una angustia horribles, han pasado a una especie de segundo plano. Puede seguir doliéndome, pero es como si tuviera asumido desde un principio que tarde o temprano iba a perderlas. Y como si tuviera capacidad de sobra para enfrentarme a dolores que ya se me hacen pequeños.

Y también, la hostia ha sido tan gorda y la suerte que hemos tenido tan grande que, sinceramente, a la mierda el coche. Podía haber pasado cualquier cosa. No me esperaba que el coche resbalara por la lluvia, ni que cosa de setenta metros no bastaran para frenar. Toda la delantera estaba destrozada. Je, y yo preocupada estos días porque no me funcionaba bien un faro. Al volver a entrar, temblando, a buscar los papeles, he tenido que apagar la radio. Poco después he pensado que no sabía qué canción estaba sonando.

Parece mentira que se pueda coger cariño a cosas inertes. Mi coche, mi casa, Madrid, ciertas calles de Madrid, ciertos bares, ciertos cuadros, ciertos libros. Me imagino que es porque me recuerdan miles de cosas. Aunque yo ya no imaginara nada.

El martillo del despertador golpea las campanas cada vez que se tambalea un poco la mesa del ordenador. Me gusta el sonido, es mucho más agradable que el de por las mañanas. Me despista, me hace desviar la atención de lo que escribo. Es un sonido alegre y me recuerda que, aunque se me escapen y me desborden las palabras tristes en cuanto me paro a escribir, la realidad es distinta. Yo ya no estoy aquí, y el porrazo de "Peugeotito" es como un punto y aparte un poco drástico en mi vida que yo no me atrevía a poner. Tengo suerte. Tengo mucha suerte. Hay muchos que no tuvieron ni una de todas las oportunidades que yo he tenido. Quiero pensar que el que no acaben bien no significa que las haya desaprovechado. Aunque pierda, aunque esté en lo cierto y lo haya perdido todo de antemano, merece la pena luchar por retenerlo tan sólo un segundo.

Es increíble que me de tanto que pensar una cosa tan tonta como esta. Ambulancia llega. Coche frena. Yo me lo trago. Segundos antes, patinaje sobre asfalto encharcado hasta encajar en la trasera del otro. Cristales y líquido de radiador por todos sitios. Interesante perspectiva del motor de un coche...

So Close

I've spent so much time throwing rocks at your window
That I never even knocked on the front door

I walk by statues never even made one chip
but if i could leave a mark on the monument of the heart
I just might lay myself down for a little more than I had the last day

Wait a time to spare these lies we tell ourselves
These days have come and gone
But this time is sweeter than honey

Evanescence


Escrito por RedLabel a las 12:14 AM | Comentarios (4)