Probablemente lo he dicho mil veces, puesto que este blog es un revolcarse continuo en mis miserias y demás, pero lo repito: no conozco el punto medio. Soy una persona adictiva y, cuando hago algo, es siempre en exceso. No puede ser que me tome un café de vez en cuando, o que me fume un par de cigarros al día, o que me tome alguna cerveza. No: soy adicta a la cafeína, he llegado a fumar con bronquitis aguda y hubo un tiempo en que mi capacidad de asimilación alcohólica era tremenda (ahora empiezan a pesar los años, aunque parezca una gilipollez).
Todo esto es un intento de justificar, o explicar, mi consumismo. Me gusta comprar, y tengo una debilidad inexplicable por objetos (a veces) absurdos e (invariablemente) inútiles. Apenas existen cosas que no me atraigan. Puedo resistir la tentación si sólo veo un par o, no sé, cinco o seis. Pero cuando están en manada sucumbo. Es el "efecto Ikea". En realidad, creo que eso le pasa a mucha más gente. Y "ellos" lo saben. Te hacen pasearte por todas las secciones, sin que puedas escaparte del recorrido. Y, al final, ha habido tantas cosas que te encantaban y que has dejado en el camino, que entras en una especie de estado de locura y arramplas con todo lo que se te pone por en medio en la última sección. Ésta es, además, la de "objetos pequeñitos" (no sé cómo se dice en sueco), y acabas juntando seis o siete trastos que en ese momento te parecen geniales, vamos, la Octava Maravilla, y estás además encantada porque ninguno pasa de los cinco euros. La triste realidad es que, en mi caso al menos, siete trastos a razón de cinco euros cada uno es una cifra que se acerca peligrosamente a la mitad de mi "sueldo". Pero en ese momento da igual, no empiezas a sentir la clavada hasta que dejas de estar poseída, en el atasco de camino a casa.
El "caso Ikea" es muy típico, o quizá estoy rodeada de bastante gente rara que también lo padece. Lo que no es tan común es desarrollar la misma afición a los trastos viejos. No digo antiguos, que también me gustan, pero parece que eso es más normal. Me refiero a esos que están a medio camino. A medio camino entre la basura y un museo, digo. Chatarra, objetos cotidianos que ya son inutilizables pero aún andan por ahí rodando. Descubrí buscando cosas del trabajo una página en internet que me tuvo absorta durante un par de días. Venden un montón de artículos de ese estilo, así que me pasé un par de días revisando página por página casi todo lo que vendían. En un momento de surrealismo supremo, pujé por uno de esos vidrios que había antes en los postes de la luz, porque recordé que un amigo mío utilizó unos cuantos para poner velas y quedaron muy bonitos. En fin, que estuve dos o tres días febril con la página esa.
Lo que me ha llevado al límite es que las dos últimas semanas, por distintos motivos, he pasado el domingo en el Rastro. Eso es, realmente, más de lo que puedo soportar. El primer día salí de allí con trozo de madera escrito en árabe (antesdeayer, probablemente, aunque se supone que es antiguo). El último, aguanté valientemente durante dos horas en las que, a cada paso, me habría comprado algo distinto. Lo cierto es que no tenía ni un duro, y mi tarjeta estaba... bueno, prácticamente no estaba, la pobre. Así que, no sé cómo ni porqué, acabé apalabrando en una tienda la compra de un ventilador años cincuenta, precioso, que he quedado en ir a buscar el jueves.
Hoy he ido a la tienda, aunque no tenía claro si a llevármelo o a decir que me rajaba, pero estaba cerrada.
Ahora tengo decidido que no voy a hacerlo. Les llamaré por teléfono y les diré que era locura transitoria.
Realmente, no pensé que fuera a dar marcha atrás. Sí, estoy segura de que lo habría comprado. De no ser porque, hoy, cuando he llegado a casa, había un paquete esperándome...
Un vidrio de los de los que había antes en los postes de luz...
Y ahora está ahí. No sé cómo sentirme, estoy más alucinada que otra cosa. Ojiplática, que diría mi madre. ¿Qué hago yo ahora con eso, si no tengo ningún poste de la luz?
En fin, se admiten sugerencias, teléfonos de desintoxicación y ofertas de compra.
¿Sabéis la de gente que busca pensamientos para esquelas en internet? Y lo que es peor, ¿sabéis cuánta de esa gente acaba en mi blog?? ¡Joder, no seáis tan cutres! ¡Que una esquela son cuatro palabras, curraoslo un poco! Mira que me llega gente con búsquedas curiosas, pero es que ésta me ha llegao, de verdad, hay unas quince entradas distintas buscando "pensamientos para esquelas" o similares. Luego hay también en los últimos días un cachondo mental que busca "pensamientos no tengo tiempo", y otro, ciertamente inquietante, que busca "modelar la mente". Los caminos a mi blog son inescrutables.
Pero luego todo tiene alguna parte buena y, aparte de las búsquedas absurdas como "pensamientos para quince años" (la entrada más frecuente, por cierto), "pensamientos de mirada bonita la que tu tienes" (sin palabras) o "abuelas cachondas" (aludidos, fuera de mi página. AHORA.), te encuentras alguna que te lleva a sitios curiosos. Así, gracias a que alguien entró buscando "decoración paquetes de tabaco" he conocido esta página. Es de un tío que colecciona cajetillas de tabaco. Vale, puede que al resto del mundo no os resulte tan interesante como a mí, que me tiré un par de horas viendo la colección. Pero qué queréis que le haga, si tengo espíritu de chamarilero.