pensamientos inconclusos

La Vuelta al Cole (Heaven knows I'm miserable now)

Bueno, en esa frase queda resumido lo que representa para mí la vuelta al cole. O lo que va a representar en unos días, porque la verdad es que aún no he empezado el curro y ya me estoy quejando, pero, ¿qué sería yo sin quejarme?

En realidad no es tan terrible. Tenía ya ganas de volver a Madrid, aunque quizá tenga que ver que he pasado la última semana de vacaciones con mis tías y que, por mucho que las quiera, tengo un poco de sobredosis. Además, estaba también mi sobrino, al que he cuidado durante las vacaciones de sus padres, y lo de encargarte de un niño pequeño corta todo plan de fuga. De todas maneras, debían pensar que iba a pasar bastante del pobre niño. Todo el mundo se ha pasado la semana elogiando mis cualidades de niñera, tanto, tanto, que he llegado a pensar que esperaban que fuera a cambiarle por un cartón de tabaco a la primera oportunidad, o algo así. Pero no, el pobre es el que mejor se ha portado. Ahora, he acabado más convencida que nunca de que no quiero tener hijos. Yo no estoy hecha para modelar una mente inocente e impresionable.

Así que ya estoy en los Madriles, tras el primer mes de vacaciones de verdad que he tenido en mucho tiempo. Echaba de menos Madrid. Y lo que más me asusta, echaba de menos no tener que pensar.

Acabo de caer en la cuenta de que es posible que ya haya dicho todo esto, con otras palabras, en los dos post anteriores. A lo mejor es que es la conversación tipo de "vuelta de vacaciones" y me cuesta dejar de repetirla como un papagayo.

La vuelta al cole. Desde mi más tierna infancia he odiado al Corte Inglés en agosto, cuando ponían el anuncio de niños capullos sonrientes por volver al cole en una enorme valla que pillaba en el camino de la playa a mi casa. Luego ponían Cortylandia en invierno y se me pasaba un poco el cabreo con ellos. Pero luego quitaron el Cortylandia en el que había tren, y empezaron a poner todos los años la misma decoración navideña (en octubre), los muy pedorros.

Esta vuelta al cole va a ser muy rara, porque no hay cole al que volver. Me da mucha pena no volver a vivir en la cafetería, con lo que todo ello implica. Pero no todo es malo, claro. No tengo exámenes de septiembre, y eso significa que, lo mismo, este año no ocurre nada malo en septiembre. Porque las cosas gordas tienen cierta tendencia a ocurrir el día antes de un examen, ¿no os pasa?

Tampoco tengo tanto miedo como el que suponía que iba a tener. Mi vida no va más allá del mes próximo, y eso me siento con fuerzas de superarlo. Cuando eso acabe, ya veré cómo se da el siguiente. No quiero más planteamientos de futuro. Quiero (deseo) pocas cosas, ciertamente.

Pues eso. De momento, vuelta al cole de coger el coche todos los días rumbo a la ciudad complutense (que no a la universitaria). Creo que es ya por poco tiempo, pero yo ya no digo nada, que es la cuarta vez que anuncio que se acaba y allí sigo. La verdad es que estoy a gusto, pero sé que no debo quedarme, por mucho que me tienten los cuatro duros que cobro. Estoy a gusto. Sí, estoy contenta con la mayor parte de mi vida. Excepto cuando me paro a pensar. Algo falla, mi cerebro es débil, supongo. Pero otras veces, aun pensando, no estoy mal. Una amiga mía me contó que un día jugó a cambiar en las esquelas de los paquetes de tabaco la palabra "fumar" por "pensar". Así que hoy mi paquete de Lucky reza "Pensar perjudica gravemente su salud y la de los que están a su alrededor". Y, por el otro lado, "Pensar provoca impotencia". Dios mío, ¿será cierto?

Yo, por si acaso, dejo de pensar un ratito por hoy, y me voy seguir lloriqueando por la vuelta al cole en otra parte...

Heaven knows I'm miserable now, The Smiths

Il dolce far niente

El blog se ha quedado un poco seco con el cambio de look. Pero en fin, era lo que buscaba, lo quería un poco aséptico, o un poco duro, tampoco lo tengo claro. Lo que pasa es que tengo tentaciones de llenarlo de fotos, se me ocurren un montón de fotos chulas que colocar, aunque no tengo mucha idea de dónde. Si no me sujeto, iré colgándolas en cualquier parte hasta que acabe como mi cuarto.

Lo que está claro es que el cambio de imagen sirve, por lo menos, para escribir algo en el blog. Es una estupidez, en realidad, es una conversación banal. "¿Qué tal te ha ido en Nosedónde? Oh, hacía un tiempo horrible." Pero hacía sol, más bien...

No me gustan las conversaciones insoportablemente banales. No, mejor dicho, vacuas. Sobre tonterías sí que me gusta hablar, puedo pasarme hora diciendo tontunas y riéndome de ellas, pero supongo que no considero banales las cosas que para mí tienen un sentido.

Lo que no me gustan son las conversaciones tras las que sientes un vacío. Como si te hubieran robado una tarde. La tienes, y de pronto desaparece, y no tienes ni idea de qué coño has hecho, ni de porqué la has perdido en una conversación aburrida.

El problema es tener esa sensación con gente a la que quieres. Porque entonces pagarías por sentir sólo el vacío, y no una pena horrible. Es excesivamente raro que existan esta clase de muros, y que tengan tanta importancia.

Y a veces pasa lo contrario, que es muy difícil mantener esos muros cuando son imprescindibles.

He venido a Madrid un par de días, pero llevo algo más de una semana fuera, a kilómetros de cualquier lugar habitado. Y me está viniendo de perlas. Echo de menos Madrid, y mis amigüitos, pero joder, ¡qué falta me hacía! Además, apenas está haciendo calor, se está genial...

Hacía mucho que no paraba a descansar de verdad, ha sido un año de locos. Y aunque me despista un poco no tener nada que hacer, es agradable comprobar que ya no duele detenerse. Quizá, inconscientemente, el miedo era una razón por la que no quería quedarme quieta. Pero ahora no sé muy bien qué hacer si está ausente. Es difícil desacostumbrarte a las cosas, a las cómodas por lo menos.

En fin, esto pretendía ser una parte más clara del post, pero ha terminado siendo la mierda indescifrable de siempre. Qué poco éxito.

cambios

Bueno, el cambio de aspecto del blog es evidente, así que seré breve.

He cambiado un poco esto, blablabla, no sé si es definitivo, blablabla, llevo más de año y medio pensando en reformarlo, blablabla, y no sé ni pa'qué lo cambio, si no escribo nada. Blablabla.

Por primera vez en casi un año tengo tiempo de parar un poco. Estos meses ha sido todo de vértigo. Pero esa velocidad me impedía detenerme aunque no quisiera seguir a ningún lado.

Ahora la maquinaria se ha detenido, y no sé cómo me siento.

Y la única forma de no plantearme nada, de saberme en casa, nace de una esencia dolorosa que, ahora mismo, sólo podría causarme artificialmente.

Y el desarraigo, el sentirme alejada de esa esencia, me hace sentirme infeliz, rabiosa, cabreada, infantil.

Trato de esforzarme, pero sigo sin saber escribir para nadie, y si no me espabilo en chutarme dolor o encontrar un ancla, no sabré escribir ni mi propio nombre. En el hipotético caso de que quisiera hacerlo.

“Este es nuestro verdadero estado. Es lo que nos hace incapaces de conocer verdaderamente y de ignorar totalmente. Bogamos en un medio vasto, siempre inseguros y flotantes, llevados de un extremo a otro; cualquier mojón al que pensemos atarnos y asegurarnos se menea, nos deja, y si le seguimos, no nos deja asirnos a él, se escurre de nuestras manos y huye en eterna huida: nada se detiene a esperarnos. Este es el estado que nos es natural y, sin embargo, el más opuesto a nuestra inclinación. Ardemos en deseos de encontrar unos fundamentos sólidos, una última base firme para edificar sobre ella una torre que se eleve hasta el infinito, pero todos nuestros cimientos se resquebrajan y la tierra se abre hasta los abismos.”

B. Pascal, Obras, Madrid, Alfaguara, 1981, 409-410. En Valeriano Bozal, Historia de las ideas estéticas II, Madrid, Conocer el arte, Historia 16, 1998, p. 65