30 de Marzo 2004

Matar a una mariposa

Hace sólo cinco minutos estabas echándome la bronca por teléfono. Siempre hablas tú. Sólo tú. Pero mis silencios antes me dolían y aceptaban tus reproches, ahora no tienen más que una pesada carga de hartazgo e indiferencia. Hubo un momento en que llegué a pensar que me había vuelto insensible. Quizá fue cierto. Ahora sé que no lo soy. Lo sé sólo por estupideces, por cosas pequeñas. Como por mis sueños, que es una de las pocas partes de mi mundo en las que me dejas vivir. Y sé que una de las cosas que te ponían nerviosa de mí era que perdiese el hilo cuando hablaba, pero hoy no estás aquí para gritarme. Y quiero contarte mi sueño de hoy para que entiendas que sigo viva a pesar de ti, que, aunque fuera angustia, he sentido hasta que tu conversación (o lo que entiendes por tal) ha acorchado mi mente.

Era todo muy extraño. En uno de los pocos momentos relativamente coherentes encontraba una mariposa. No una cualquiera, sino una muy bonita que de pequeña me tenía fascinada. Porque quizás te lo he contado y como nunca me escuchaste no lo sabes, pero yo de pequeña hacía colección de mariposas y demás bichos. Esta se llama “Pavo Real”. Si me importara que volvieras a humillarme llamándome pedante no te lo diría, pero como ya me da igual te contaré que el nombre en latín es “Inachis io”. Y no abras la boca, porque es el único nombre científico que me sé de estos animalitos.
Como te digo, a mí me encantaba. Era rojo oscuro, con rebordes negros y manchas de distintos colores en las alas a modo de ojos. Pero lo que más me impresionaba era que su reverso era totalmente negro, no uniforme, sino en distintos tonos, formando vetas y líneas. La que tengo en mi colección la cogí cuando la empecé, y está muy estropeada, porque el único instrumental que tenía eran alfileres de costura y un cartón, en fin, muy poco técnico. Fue un año que hubo muchísimas, pero como ya tenía una, no quise coger más. Nunca he vuelto a verlas.

En el sueño aparecían dos de pronto. Estaban atontadas, como cuando van a morirse de forma natural, de tal modo que yo cogía a una con la mano sin problemas. Y por mi antigua costumbre de coleccionarlas, pensando en que la que tenía estaba muy estropeada, decidía matarla. La forma de matar a las mariposas para que no se estropeen sus alas es cogerlas por debajo de ellas, por el centro, por el tórax, y apretar suavemente hasta que se asfixian. Yo comencé a hacerlo. Pero al notar al animal intentando huir desesperadamente entre mis yemas, al ver cómo le estaba quitando la vida, me invadió una angustia inmensa. Y no pude soportarlo y la solté, hasta que recuperó el aire y siguió volando torpemente, porque ya antes de que la atrapara estaba muriendo...

Y al despertarme pensé en que yo me ahogo de igual forma, que me dejas sin aire poco a poco, y que a ti no te importa hacerlo... Que estoy desamparada mientras quede enredada entre tus manos, esas manos hechas a la perfección para no dejar marcas en las alas muertas.
Otro animal como yo. bmp.bmp

No sabía qué foto poner, me parece que en cada foto está más bonita que en la anterior. No sé vosotros, pero yo sigo quedándome con la boca abierta al verla... Trauma infantil, supongo.

Peacock02.jpgInachis io .bmp
io otra enorme.jpg

Escrito por RedLabel a las 2:02 AM | Comentarios (8)

18 de Marzo 2004

El día eterno

La última semana ha sido un infierno generalizado, y eso no es novedad para nadie. Así que, ¿qué voy a añadir? ¿Sirve de algo que escriba que no soy capaz de pensar, que no puedo reaccionar? Y es injusto que tenga que gritar para defenderme justo cuando no puedo hacerlo porque me he quedado sin habla. Mi voz se ha quedado en el silencio en el que despertaron todas aquél día, oculta junto a las que cubrió la uniforme lluvia, que arrastró los minutos, fundiéndolos a lo largo de las más de cincuenta horas que duró el día más gris de mi vida. Y luego vino una noche sórdida con sabor a sangre y caos, que se extendió negra hasta el infinito, opaca. Como un disco de vinilo, dando vueltas sobre si misma sin encontrar una salida, sin que la aguja acertara a leerla, produciendo por todo sonido chirridos y un agudo aullido...

Quiero despertar...

Escrito por RedLabel a las 1:34 AM | Comentarios (1)

7 de Marzo 2004

De noches y planetas

(Buf, lo siento, este post es un poco largo. Y además es bastante coñazo y está mal escrito)

van gogh.bmp

No sé por qué ayer el cielo en Madrid estaba más oscuro que de costumbre. O esa fue la impresión que me dio a mí, siempre me ha parecido que aquí casi no se ven las estrellas. Estaba en un parque perdido de Alonso Martínez que, entre otras cosas, olía fatal, con un mini de whisky en la mano. Este parque da a una calle que está en desnivel, y, enfrente, hay un muro. Detrás de él sobresale el tejado bajo de una iglesia con su espadaña, que anoche se recortaba sobre el cielo azul oscuro, plagado de nubes que no eran grises como cuando va a llover, sino que tienen un tono azul claro y parecen algodones, densas pero que al mismo tiempo dejan bastante espacio entre ellas como para que se viera la luna llena y la estrella que tiene ahora junto a ella, que al ser la única que se veía parecía un lunar. Y en ese momento Madrid dejó de ser Madrid y me pareció un pueblo, y me recordó las noches en San Benito, y al verano que pasé en Nombela. La casa de Nombela tenía un problema, y es que el patio es muy pequeño y no deja ver más que una porción de cielo ridícula, en la que las pocas estrellas que hay ni siquiera se ven por las luces del pueblo. Con mucha suerte lo más que asomaba por aquel cuadradito era la luna durante poco más de una hora. El mes que pasé allí eché mucho de menos San Benito, donde a veces te da la sensación de que el cielo es pequeño porque alcanzas a verlo todo. Es una de las pocas cosas por las que me gusta el verano, por poder estar allí panza arriba, con todas las luces apagadas sin oir nada más que los grillos, las ranas y algún que otro inquietante ruido cercano, sin que ni siquiera te apetezca fumarte un cigarro para que su resplandor no te deslumbre. Estar allí sabiendo que estás sola y sentirte segura y lejos de todo. O las noches en que la luna llena desprende tanta luz que las encinas hacen sombra. Incluso cuando no estaba yo sola y nos quedábamos de conversación. A mi abuelo también le gustaba lo de quedarse fuera viendo el cielo con las luces apagadas. Tampoco es que se ensimismase, porque enseguida se le ocurría una historia (o media docena) que volverte a contar... Siempre era la misma fórmula,y siempre las mismas historias, rara vez variaba algo.

-Oye, es curioso, fíjate tú que me acuerdo...me acuerdo de una cosa extrañísima que me pasó a mí en la guerra...

Ésta era la base para casi todas las historietas. Hacía entonces un alto y te miraba, con los labios fruncidos y los carrillos un poco inflados, quizá esperando a que le preguntaras, aunque nunca te dejaba tiempo para hacerlo. Y procedía entonces a contarte la historia lentamente, llena de altos como este.

-Fue ya... hacia el final de la guerra. Mira, una cosa extraordinaria. Algo sobrenatural, desde luego. Resulta que estábamos de noche, cerca de... (no recuerdo el sitio, soy así de imbécil), acampados, cuando de repente vemos que el cielo se pone de un color rojo... pero un rojo...- buscaba alrededor algo de color rojo con que compararlo, sin éxito normalmente.- Como color sangre, ¿entiendes? Pero vamos, una cosa impresionante.

-Pero...¿sabes lo que fue?

Subía las cejas y abría los ojos en señal de incertidumbre.

-Hombre, no lo sé qué pudo ser. Algunos decían "¡Eso es una aurora boreal, tal cual...!" Pero vamos, te digo yo que no era, ps, qué iba a ser una aurora boreal.

Hacía otra pausa.

-Lo que sí es cierto, es que al día siguiente nos enteramos de que las tropas hitlerianas habían entrado en Austria (otro dato del que no estoy segura). Y eso lo vi yo. El cielo totalmente rojo...pero rojo... un color rojo muy intenso, como si fuera sangre, ¿sabes?

Y así nos pasábamos un buen rato, enlazando unas con otras historias que ya me había repetido mil veces, que ni él se cansaba de contar ni yo de escucharlas una y otra vez, hasta que acabé sabiéndomelas mejor que él, cuando ya mezclaba unas con otras en los últimos años...


*****

- ¿Se puede saber qué coño estás mirando?!

Madrid dejó de pronto de ser un pueblo y volvió a ser lo que era.

- La estrella esa, ya te lo he dicho antes.- respondí con paciencia.

Ya me lo había preguntado cuando íbamos andando hacia el parque y me había fijado por primera vez en lo bonito que estaba el cielo:

- ¿Se puede saber qué miras?

- La Luna y esa estrella.

- No es una estrella, es un planeta.- dijo con autosuficiencia. Eso ya lo sabía yo, pero la niña estaba muy irascible y había decidido estar en contra del mundo en general, así que pasé de seguirle el juego.

- Ya lo sé, pero llevo rallada un montón de tiempo porque no sé qué planeta es.

Y es cierto. Yo antes tenía Júpiter localizado, pero desde este verano llevaba comiéndome la cabeza con ese planeta de al lado de la luna y otro que veía en San Benito, que iba moviéndose a lo largo de la noche: salía por el horizonte, desde muy abajo, por encima de El Casar, que es el pueblo que se ve a lo lejos, y se desplazaba hacia arriba y a la derecha.

- Creo que es Mercurio, o eso me dijo ****. Pero pregúntaselo ahora si quieres.

Sí. En eso mismo estaba pensando. Preguntárselo al imbécil ese que es la única persona en el mundo que parece digno de que le hagas caso.

Cada vez la tengo más lejos. Y cada vez estoy más tranquila. Así que cuando me preguntó por segunda vez, no me preocupó no hacerle caso. Y volví a mi mundo sin que me importara abandonarla en el suyo.

Escrito por RedLabel a las 10:07 PM | Comentarios (1)

1 de Marzo 2004

Abriles

Apareces en las noches que el alcohol me roba. A veces de forma clara. A veces como un vago recuerdo que machaca lo poco que queda ahí dentro. No es ya como las noches de este verano, o las de octubre. En esas aún tomabas forma, sabía contra qué tenía que luchar, que tenía que deshacerme del brillo de tus ojos azules. Pero esto llega más abajo. Ya no sé qué tengo que hacer. Ya no sé si eres tú o es simplemente el daño que me has hecho. Y la verdad es que no me importa. Eso es lo que me preocupa, que no me importa lo más mínimo, ni eso, ni encontrarme, ni hacerte daño. No estoy, simplemente.

Tengo que hacer algo rápido, porque no sé si resistiré otro abril triste, o más que triste, vacío. Es un mes que siempre me ha gustado. Cuando llueve en abril las nubes no son grises como las de ahora, son azul oscuro, y los castaños del retiro han brotado ya, y tienen un color verde brillante que contrasta con ellas. Es muy bonito, y me da rabia porque me lo pierdo muchas veces por no saber mantenerme viva en abril, por pasar de todo, por no estar. Y he decidido que no vas a joderme este abril, que para eso me basto y me sobro yo sola. El problemas está en como no fastidiármelo yo.

Pues eso, que a ver si mañana he averiguado qué me pasa. Joder, qué asco de blog, a ver si lo soluciono pronto.


Me aburro de luchar...en realidad es lo que me pasa.

Escrito por RedLabel a las 12:31 AM | Comentarios (2)