A veces basta una luz. Es una tontería, seguramente. No hay palabras de por medio, ni caricias, ni sonrisas, ni siquiera una confirmación visual del espacio que ocupa. Pero una luz es presencia. Por eso, aunque no tenga nada que ver, no me gustan las velas de bombilla en las iglesias, sino las de llama, las que perduran hasta que se consumen, las que queman y calientan como un cuerpo.
Estaba en alguna parte, claro, eso es de saberse, pero no había ya ventanas ni signos que lo confirmaran. Todo queda relegado a la imaginación. Y de pronto, una simple lucecita, un débil signo de existencia, llena de golpe un vacío triste, devolviéndome a casa con tantas fuerzas que tengo ganas de llorar; como con un abrazo dado a tiempo.
Y con eso, con eso, basta...
(Aunque "yo ya no sea yo, ni mi casa sea mi casa", claro está. Una es un ser consciente y conforme.)
No se puede negar que soy una persona con buenas intenciones. Hace tan sólo dos minutos, he decidido levantarme de la cama, comer como una persona normal, recoger esta pocilga y salir esta tarde, acompañada en vez de sola, y a tomar un café en vez de, bueno, en vez de no ser una persona con buenas intenciones.
Quizá escribir esto significa que no tengo tan buenas intenciones, o que soy desconsiderada. No son más que cuatro palabras condensando lo peor que tengo. El resto del tiempo lo paso apaciblemente, comiendo sin problema, moviéndome sin miedo y riéndome viendo Me llamo Earl, o cualquier cosa por el estilo.
No escribo más que para intentar amordazar un estallido de miedo. No es nada que me represente. No es más que una mínima parte de lo que pienso. Pero el resto de los pensamientos no puedo dejarlos caer así. La mayor parte de ellos son un susurro destinado a recordar, tranquilizar y seguir queriendo. Y no duelen, o no molestan.
Lo único que incordia son estos accesos.
Pues sí. Aunque se sepa la verdad, aunque sea todo evidente, duele un huevo encontrarte con que la rendija que quedaba abierta se ha cerrado de un portazo.
Intento por todos los medios no buscar pistas para no encontrarme con que no queda ninguna, pero a veces no puedo evitar la tentación. Técnicamente, no cambia nada.
Pero estoy jodidamente triste.